Recientemente, una empresa suiza llamada FinalSpark lanzó la primera "computadora viviente" del mundo hecha de tejido cerebral humano, revolucionando potencialmente la informática y el consumo de energía. Esta computadora viviente está compuesta por 16 organoides cerebrales, que son grupos de células cerebrales cultivadas en el laboratorio.

Estos organoides se comunican entre sí como chips de computadora. Envían y reciben información a través de neuronas, funcionando como circuitos pero consumiendo mucha menos energía.

Esta biocomputadora podría potencialmente transformar los centros de datos que consumen mucha energía. Las neuronas vivas consumen casi un millón de veces menos energía que los procesadores digitales modernos.

Fred Jordan, codirector ejecutivo de FinalSpark, afirmó que el concepto de computadora viviente se usa ampliamente en la ciencia ficción, pero hasta ahora no se han realizado muchas investigaciones prácticas. Los organoides son cultivos tridimensionales diminutos y autoorganizados elaborados a partir de células madre. A los organoides cerebrales se les enseña a completar tareas mediante recompensas de dopamina, de forma similar a cómo aprende el cerebro.

Además de consumir menos energía, las computadoras vivas ofrecen funcionalidades que las computadoras tradicionales no pueden lograr. Cuando el cerebro aprende, su hardware cambia y crea nuevas conexiones sinápticas. Esta característica se llama "wetware", y combina componentes de software y hardware. Por el contrario, el software de las computadoras estándar se ejecuta en hardware fijo.